¿Buen o mal año fiscal?: Expectativas del cierre de 2023
Pese a que se han intentado sacar cuentas alegres, se observa un equívoco diagnóstico por parte del Ejecutivo respecto del desarrollo del escenario macroeconómico. Los resultados lo llevarán a volver a ajustar las expectativas, esta vez a la realidad”.
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Margarita Vial C. y Cristina Torres D.
A la espera de la publicación del cierre del año fiscal, se presenta una oportunidad para revisar la trayectoria que recorrieron las finanzas públicas durante estos doce meses. Las proyecciones de ingresos, gastos y balances publicados en los Informes trimestrales permiten tener una idea del complejo viaje que enfrenta el Gobierno para dar cumplimiento a sus metas.
En cuanto a los ingresos, las consecutivas actualizaciones trimestrales de DIPRES trazaron una trayectoria que comenzó con una mejora en las expectativas, las que fueron empeorando a medida que avanzaba el año. Ello terminó de consolidarse en la actualización publicada al momento de presentar el Proyecto de Ley de Presupuestos 2024.
En esa oportunidad, el Ejecutivo ajustó la estimación de balance efectivo para 2023 desde -1,6 a -2,3% del PIB, como consecuencia de una menor proyección de ingresos efectivos para el año y un reconocimiento del aumento de gasto comprometido. Detrás de esto, pese a que se han intentado sacar cuentas alegres, se observa un equívoco diagnóstico por parte del Ejecutivo respecto del desarrollo del escenario macroeconómico, lo que evidencia las dificultades para concretar su política fiscal.
En paralelo a las expectativas del desempeño fiscal corren los datos de la ejecución presupuestaria, que aportan información efectiva del sector público, los que a través de un constante seguimiento permiten contrastar el relato con la realidad. Con los datos al cierre de noviembre, el Ejecutivo se encuentra en una encrucijada para lograr el cumplimiento de sus compromisos.
Por un lado, proyecta un nivel de ingresos inédito en el último mes del año, mientras, por el lado del gasto, si bien se estima que se llegará a una ejecución del presupuesto del 100% de lo proyectado, su composición deja de manifiesto un vano esfuerzo de contención de gasto corriente. En definitiva, la rezagada ejecución de la inversión, que se estima a diciembre alcance un 87%, auspiciará las presiones del primer componente.
Esto implica que las inversiones no ejecutadas financiarán la imposibilidad de haber cumplido el anunciado ajuste fiscal y de un presupuesto público que no logró permear en la actividad económica a través del impulso a la inversión pública, como fue la prioridad anunciada originalmente por el Ejecutivo. Al final de este viaje, los resultados llevarán al Gobierno a volver a ajustar las expectativas, esta vez a la realidad, la que que no deberá sorprender si el balance de ingresos y gastos alcanza para 2023 el -3% del PIB.
Una trayectoria que comenzó con superávit hoy no hace otra cosa que dejar en evidencia, como se vislumbraba en el camino recorrido durante el año, que se ha empeorado la posición respecto a las cuatro actualizaciones anteriores, postergando, una vez más, los desafíos de convergencia para el año que comienza.
Margarita Vial C. y Cristina Torres D.
Centro de Políticas Públicas Facultad de Economía y Gobierno USS